¿Quién teme una barra de pan a 20 céntimos?

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El viernes pasado laSexta emitió un programa de Equipo de investigación interesante, La guerra del pan. Ya había leído al respecto algo, y por otro lado conozco el sector parcialmente, y el programa, a pesar de sus insinuaciones en sentido contrario, me ratificó en mis ideas. Y es que cabe preguntarse quién teme una barra de pan a 20 céntimos.

Aduciendo la defensa de la salud de los consumidores, alarmando frente a un posible monopolio venidero de la cadena del rompeprecios Navarro, llorando por el cierre de establecimientos y la pérdida de empleos, lo que subyace es un intento gremial de, por las buenas o por las malas, asegurarse un precio mínimo, defender su status quo y, sobre todo, renunciar a competir. Y es que con las cosas de comer no se juega.

¿Es el precio determinante?

Navarro ofrece un precio muy por debajo del sector. Un precio para el que los panaderos competidores sólo encuentran las siguientes explicaciones, sin atreverse a apostar por una en concreto:

  • Está vendiendo a pérdida, para hacerse con el mercado y luego subir el precio para exprimir su cuota de mercado. Un tanto extraño, ya que de hacerlo se encontraría con que habría quien repitiera su jugada. Según ellos, un potente grupo detrás de Navarro está financiando esa jugada, y digo yo que gente con tanto dinero es difícil que no vea que se trataría de dinero quemado en un sector sin barreras de entrada.
  • Siembran dudas sobre la calidad del pan, sobre las harinas usadas, sobre el proceso de fabricación, etc. Lo cierto es que tras los análisis no parece haber grandes diferencias de calidad, encontrándose el pan plenamente dentro de la normativa.

¿Mi teoría? Economías de escala, alianzas, integraciones verticales, creando una clientela fiel a la que un presente/futuro ir colando algún magdalena, algún bollo, que redondee la cuenta. En definitiva, una apuesta por volúmenes gigantescos con márgenes mínimos, aquilatando costes al máximo (por ejemplo la barra es algo más pequeña).

Y mucho me temo que los panaderos están de acuerdo conmigo, saben que Navarro y los suyos juegan a eso, y que son una amenaza mucho mayor que esos panes congelados distribuidos en supermercados, chinos o gasolineras.

Nunca puedes estar del todo cómodo

Seamos claros. Cualquiera que conozca el sector sabe que los márgenes tradicionales en las barras de pan son grandes. Lo suficientemente grandes para que empresarios avezados, sin tradición en el sector muchos de ellos, apoyados por fabricantes de maquinaria y de venta de productos de panificación hayan iniciado fuertes expansiones. ¿O no habéis visto multiplicarse como las setas los despachos de pan? El pan es un buen negocio, que además genera algo fundamental, tráfico.

Las panaderías tradicionales, muchas de las cuales se anuncian como con horno de leña, cuando no lo han visto ni en pintura, aguantaron bien la embestida del pan congelado. Total, siempre podían decir que ese pan no era su pan, que era pan congelado, que los canales de distribución no lo cuidaban, que no podía tener las cualidades del pan del día que ellos producían, etc...

Lo que no se esperaban es que, desde sus propias filas, desde dentro, surgiese una iniciativa que respondiese a los "congelados" en su propio lenguaje, en el lenguaje del precio, vendiendo un producto que, en esencia, es igual que el suyo. Eso dinamitó su zona de confort, y de ahí las reacciones que van desde la presión política a las amenazas, la extensión de rumores, etc...

¿El precio lo es todo? Si, cuando ofreces lo mismo que todos

Hay una crítica velada a que la gente se mueve por precio. Si bien es cierto que Navarro ha sabido explotar la coyuntura, asociando la crisis a su pan de 20 céntimos, creo que la cosa no es tan simple. La gente no se mueve sólo por precio. La gente se mueve por precio cuando lo único en que te diferencias de la competencia es el precio. Y mucho me temo que muchos de los que se ven amenazados por Navarro ofrecen exactamente lo mismo que sus competidores igualmente indignados, diferenciándose únicamente por la localización de sus despachos.

No hay más que ver que en paralelo al pan de 20 céntimos ha explotado en España el fenómeno de las boutiques del pan, bien establecimientos asilados, bien integrados en cadenas o franquicias. Hablo de lugares donde se vende exotismo, tooque gourmet, y se habla de sus panes no en céntimos, si no en euros. Y venden, y venden muchísimo. Pero claro hay que invertir, salir de esa zona de confort que comentaba y no limitarse a repetir las viejas fórmulas y cortar el cupón del negocio heredado de la familia.

Por cierto, y hablando de todo este tema de la boutiques, a mi, como a otros, también me parece que hay mucho de humo en este sector, lo que me ratifica que toda esa crítica respecto de la baja calidad del pan de Navarro. Ahora bien, sea o no sea así, me parece una opción del consumidor tan legítima como la que encarna Navarro. Respetemos a las personas que están dispuestos a pagar varios euros por un pan que para muchos no lo valen, así como aquellos dispuestos a esperar una hora para comprar unas barras por unos pocos céntimos.

No es Navarro el que sale retratado

Sinceramente, la manera en que el lobby gremial está enfocando el asunto es posible que tenga sentido a corto plazo, pero a largo destruye su imagen de todas todas y esta únicamente retrasando lo inevitable, la modernización del sector, a un coste excesivo (otra cosa es quién se pretenda que pague ese coste). Da miedo ver las prácticas que se están empleando

  • Presión sobre los proveedores. Me parece absolutamente legítimo que un proveedor decida no vender a Navarro por romper el status quo. También me lo parece que los proveedores boicoteen a aquellos que le vendan. Pero que a mi, liberal, me parezca legítimo, no quiere decir que sea legal ese tipo de medidas y otras como la concertación de precios ¿Cómo pueden hablar de competencia desleal?, ¿cómo pueden reclamar la intervención de los poderes públicos aquellos que están vulnerando las normas a la luz del día?
  • La delación, la presión sobre los políticos para que machaquen al competidor con inspecciones tiene un nombre. Es posible que haya cargos públicos que lo hagan de buena fe, por precaución, preocupados por un posible perjuicio a la salud pública. Pero las lineas son muy finas y hay quien puede pensar en connivencias, en lo efectiva que es la presión de un lobby empresarial, lo rentable del leninismo empresarial que sueña con estados intervencionistas. Si de verdad detrás de Navarro hay ese gran grupo en la sombra, cabe preguntarse porque no meten en vereda judicialmente actuaciones políticas que parecen vulnerar el principio de interdicción de la arbitrariedad.
  • En cualquier caso, y aunque puteen esas inspecciones, para Navarro tienen una lectura positiva. Su pan está supervisado noche y día, mucho más que el de la competencia llorona, ergo, desde esa óptica intervencionista que se gasta el gremio está más controlado y es más seguro que el pan caro. ¿O no?

Los que están deseando un precio mínimo del pan son, en esencia, los mismos que apuestan por un tipo máximo en los depósitos bancarios. Servir a grupos de presión a costa del dinero del ciudadano, bien via precio, bien vía impuesto. No hay ninguna lógica distinta detrás de ambas reclamaciones. Tan sólo quizás una graduación en la caída a los infiernos de esa sociedad. Pero supongo que habrá gente a la que le cuadren modelos como el franquista o el marroquí al respecto.

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