El costo de la crisis financiera ha llegado a 11,9 billones de dólares de acuerdo a los últimos cálculos del FMI. Esta es la suma que el mundo ha gastado para depurar los activos tóxicos del sistema financiero. Para que se comprenda la cifra, esta equivale a un quinto de toda la producción económica mundial anual, o de entregar a cada hombre, mujer o niño del planeta la suma de 1.830 dólares ipso facto. Si pensamos que el 50 por ciento de la población mundial vive con menos de 2 dólares diarios, podemos ver la magnitud de lo acontecido.
Estos 11,9 billones de dólares incluyen solamente las aportaciones de capital a los bancos, inyectadas para evitar el derrumbe del sistema. La operatoria de los derivados, las garantías sobre la deuda y el apoyo de liquidez a los bancos centrales para contener a los activos tóxicos, le ha jugado un muy mal rato a todo el planeta. Más aún cuando la ola de desempleo sigue avanzando.
A dos años del inicio de la crisis, los cálculos del FMI son elocuentes. La mayor parte de este monto, equivalente al 86 por ciento de los recursos (10,2 billones de dólares) han sido entregados a los países desarrollados, mientras que los países en desarrollo han recibido un apoyo de 1,7 billones de dólares (14%).
Gran Bretaña y Estados Unidos han sido los países que han recibido más apoyo con estas medidas de emergencia para socorrer su sistema financiero. En el caso del Reino Unido, su factura de socorro asciende al 80 por ciento del PIB. Desde el origen de la crisis, hace dos años, muchas instituciones financieras se han derrumbado por sus grandes pérdidas. Sólo en Estados Unidos han quebrado durante este año 72 bancos comerciales.
La gran mayoría de los países que integran el G20 se enfrentan a déficit superiores al 10 por ciento del PIB, destacando Estados Unidos, que deberá soportar un déficit del 13,5 por ciento de su Producto Interno Bruto en su balance de este año. Como vemos, la crisis dejará secuelas.
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