La última ola

La última ola
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Una de las obras maestras del cine en general y del cine fantástico en particular fue dirigida por el australiano Peter Weir en 1977: La última ola, The Last Wave. En ella, su protagonista, Richard Chamberlain, advierte que una gran ola se está formando y que cuando se alce arrasará con todo. Por cierto, nadie le hace caso.

Lo mismo ha ocurrido con la crisis financiera de la cual el principal responsable es un modelo económico que jamás se pensó en una escala real y humana y optó por las apuestas de casino y las carreras de caballo para manejar la economía del planeta. Los productos dejaron de ser reales y pasaron a ser papeles o promesas sin respaldo. Y si bien al principio la euforia rindió crédito a los boletos ganadores, aceptándose más y más participantes, al final de la carrera no sólo no hay ganador, sino que no hay caballo, no hay jinete y, por cierto, no hay premio.

Pese a las advertencias, a las críticas al modelo económico, a la falacia de la autorregulación y a los indicios de que algo fallaba tras el colapso asiático y la caída de Long Term Capital Management en 1997 (que obligó a cerrar las bolsas mundiales en dos jornadas), y otra serie de hechos que pedían a gritos una regulación, nadie hizo nada y los llamados expertos de la economía no se percataron del monstruo que se estaba incubando.

La sombra de la Gran Depresión ha hecho que se intensifique el debate económico pues nadie espera volver a vivir algo como aquello de los años 30. La economía tiene rango de ciencia dura (como la química y la física) con Premio Nobel y todo y no debería hacer el ridículo. Pero va rumbo al gran papelón. Para aclarar algunos aspectos, hay que señalar que las características de esta crisis la hacen bastante distinta a la de 1929. De partida, en los años 30 no existía el mercado de derivados financieros que el año 2000 llegó a duplicar el PIB mundial. Hoy no se sabe si lo duplica o lo triplica, lo que da cuenta del caos y el desorden de un mercado de apuestas totalmente desregulado, y que usó los fondos de pensiones de todo el mundo.

En 1929 Estados Unidos era un exportador neto de recursos al resto del mundo. Tenía un gran potencial productivo y fue de hecho su sobre exceso de producción y acumulación, una de las causas de la crisis. En esa circunstancia, la inyección de liquidez ayudaba a aumentar la demanda y reiniciar el curso de la oferta. Hoy es un importador neto de recursos y deudor neto del resto del mundo, por lo que su ralentización se propagará a todos los paises, como ya está comenzando. Y la austeridad obligada hará caer la demanda mundial.

Por este motivo si las inyecciones de liquidez no son seguidas en su creación de estímulo directo a una industria alicaída, la crisis no se resolverá y se prolongará indefinidamente. Se debe volver a las preguntas básicas: ¿qué producir?, ¿para quién producir? ¿cómo producir?. ¿Se va a inyectar plata a la General Motors para que sigan haciendo hummer, o para que se reconviertan y avancen en los vehículos no contaminantes, y que ayuden al transporte de la gran mayoría?. Mientras no se resuelvan estas incógnitas, la última ola estará latente sobre nuestras cabezas.

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Imagen | krossbow

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