Si el PIB no mide bien cómo va una economía, ¿Cómo lo hacemos?

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HOY SE HABLA DE

A día de hoy, nuestras economías y nuestros dirigentes enfocan la mayor parte de los esfuerzos socioeconómicos de un país hacia potenciar el crecimiento del PIB o Producto Interior Bruto. Ésta es una medición aceptada globalmente para evaluar el progreso y el desempeño de un país, y por lo tanto se constituye en la vara de medir por la que se juzgará la política económica de cada gobierno. El problema es que la política de utilizar como indicador económico principal el crecimiento del PIB, lejos de ser perfecta, conforme avanzan los años, es cada vez más imperfecta, y lo peor es que su imperfección le lleva inevitablemente a estar cada vez más distante de lo que realmente pretende medir.

En el artículo de hoy analizaremos por qué el PIB puede ser un indicador equivocado a día de hoy, al menos como indicador principal. Pero también analizaremos qué otras alternativas podemos tener a nuestro alcance para la coyuntura y el paradigma socioeconómico actuales.

Una preocupación compartida

Empezaremos introduciendo que un servidor ya se preocupa por este tema desde hace bastantes años, tal y como pueden leer en esta entrada que ya publiqué al respecto allá por 2012. El caso es que hace unos días la esencial revista The Economist publicó un interesante artículo sobre este tema que me ha llevado a replantearme el tema desde una perspectiva algo más actualizada.

Dado que la realidad del mundo que nos ha tocado vivir es tremendamente cambiante, en todo sistema socioeconómico debemos tener muy presente que la supervivencia del sistema depende principalmente de su capacidad de adaptación. Sin embargo es algo muy humano, y políticamente correcto, el tomar como referencia políticas y medidas que funcionaron en el pasado, pero que si lo piensa usted bien, eso no significa ninguna garantía ni justifica que tengan que volver a funcionar en el futuro. Situaciones diferentes requieren obviamente políticas y medidas diferentes.

El éxito de unas políticas en el pasado no asegura el éxito de esas mismas políticas en el futuro

Podríamos encajar aquí perfectamente esa clásica y realista receta bursátil que dice que “Rentabilidades pasadas no implican rentabilidades futuras”. Pues aplique la máxima también a la economía en general, porque por desgracia los ciudadanos se sienten cómodos y tranquilos pensando que su futuro está asegurado por la autocomplacencia de creerse que nuestra sociedad ha conseguido dar por fin con el Santo Grial del progreso económico y la eterna sostenibilidad del sistema. Y esa comodidad se traduce en unos políticos que apuestan por recetas caducas que simplemente les dan confiados votos, aunque puedan estar llevando al sistema a un callejón sin salida.

El crecimiento del PIB es a día de hoy el indicador Rey, y les advierto que basar un sistema económico en indicadores alejados de la realidad es una peligrosa práctica que hace que un día el tenderete pueda venirse abajo, dejando además a los ciudadanos totalmente noqueados preguntándose qué ha pasado si todo iba tan bien. Si al mirar al salpicadero se fijan ustedes sólo en la aguja que marca la temperatura del motor, no se darán cuenta de que la aguja de las revoluciones está cada vez más baja, indicando que debemos cambiar de marcha. Salgan de su zona de confort y aventúrense a arriesgarnos a reinventar el futuro: en el momento que dejemos de hacerlo estaremos ante un sistema agotado.

La ineficacia del PIB como indicador económico actual

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Pero entremos en razonamientos más objetivos y contrastables como hacía The Economist en su artículo. Hay que empezar poniéndonos en antecedentes, y explicar que el PIB era un indicador más adecuado hace décadas, cuando se tomó como referencia, momento en el que las economías tenían un carácter mayoritariamente primario o secundario (agrícola o industrial), en el que además el precio era un sinónimo más o menos fiable de mayor calidad. Con ello un aumento del PIB llevaba implícito un aumento de la calidad de los productos producidos y adquiridos por los ciudadanos, en un momento en el cual además la mejora de la calidad de vida de los hogares pasaba necesariamente por adquirir una lavadora, un televisor o un coche. En su momento todo ello suponía un progreso económico y social que venía acompañado por el crecimiento del PIB.

El giro económico hacia el sector terciario agudiza la poca utilidad actual del PIB

Pero la progresiva tecnificación de los productos, los procesos productivos, y la mecanización del campo ha venido abaratando los costes, y ha acabado haciendo que los precios de los mismos o mejores productos a adquirir por los ciudadanos sufran un constante goteo a la baja. En paralelo, con el paso de los años, las economías más desarrolladas han ido dando un giro hacia un sector terciario o de servicios en el que calidad o mejora de las condiciones de vida ya no tiene por qué tener mucho que ver con mayor precio y mayor PIB, puesto que los consumidores priman la experiencia de la compra sobre la cantidad de productos adquiridos.

La tecnología e Internet son grandes deflactores del PIB

La tecnología e internet suponen la herramienta deflactora más potente jamás inventada por la humanidad, y también lo es en términos del PIB. No hace falta que les cite los innumerables servicios que han dejado el mundo físico y han pasado a un mundo virtual en el que muchas veces son totalmente gratuitos, y por lo tanto el consumidor ya no paga por ellos ni un céntimo. Ello implica que sectores enteros que un día contribuían al PIB hayan dejado de hacerlo, con el agravante adicional de que además ahora la mejora de los estándares de vida de unos ciudadanos, cuya vida se hace más fácil a coste cero, no tiene como reflejo ningún aumento del PIB paralelo.

Sólo por citarles algunos ejemplos de aspectos deflactores de internet y la tecnología podemos hablar de la economía colaborativa, el software libre o las aplicaciones gratuitas para smartphones. Todos ellos dan servicios muchas veces esenciales, pero que no contribuyen al PIB; es más, el tema es que incluso sacan del PIB actividades que sí que contribuían a su crecimiento hasta ahora. Sin embargo todas estas tecnificaciones de nuestro día a día han mejorado significativamente nuestra calidad de vida en los últimos años.

La inutilidad del PIB en otros aspectos

Como decíamos antes, en la postguerra de la Segunda Guerra Mundial el PIB era un indicador más o menos fiable de mejora de calidad de vida, eso sí, desde un punto de vista meramente materialista, con todo lo que ello conlleva. Hoy en día ya no podemos decir que sea ni eso. Pero pasemos a plantearnos pues realmente qué es el PIB. ¿Estamos hablando de que conducimos todos los esfuerzos de nuestra socioeconomía a conseguir un crecimiento ininterrumpido del PIB? ¿Tan simplemente a producir más y más? ¿Es eso lo que aspiramos a conseguir como sociedad? Y ahora la cuestión clave ¿Eso nos va a proporcionar mayor bienestar y a hacernos más felices?

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Puede ser que a estas alturas usted esté de acuerdo conmigo en que no se trata de tener más, sino de tener mejor, y especialmente de tener con felicidad (hasta sin poseer necesariamente). Podemos decir que la felicidad es la eterna búsqueda que cada persona hace a lo largo de su vida. Todos queremos ser felices. Unos buscan esa felicidad en adquirir cosas materiales, otros en hacer viajes, algunos en sus relaciones sociales y familiares. La cuestión ya no es quién se equivoca y quién no. Puede ser que todos estén en lo cierto, cada uno a su manera. El tema que debe preocuparnos en nuestro análisis socioeconómico es que la felicidad y el bienestar suponen un concepto tremendamente heterogéneo y difícilmente medible.

Pero esta heterogeneidad no queda limitada a diferencias personales. El gran problema de medir el progreso socioeconómico es que, al igual que ocurre con el PIB, muchas veces se requiere una comparación con el entorno y con otros países. Por ello, el tema de cómo medir el bienestar y la felicidad tiene una dimensión internacional. Con ello, la cosa se complica, puesto que ahora además necesitamos el consenso internacional de cada país sobre cómo medir la felicidad de sus ciudadanos, algo mucho más subjetivo y que se presta al desacuerdo en mayor medida que una simple medición del PIB. ¿Van a poder ponerse de acuerdo todos los países en cómo medir esta nueva y subjetiva variable? Por si esto no fuera poco, aquí entran en juego también las diferencias culturales: ¿Es un alemán feliz por los mismos motivos que un español o un neozelandés? ¿No cambiaría la respuesta incluso en un caso concreto como usted mismo si le hacen la misma pregunta un lunes a las ocho de la mañana o un viernes a las seis de la tarde?

Pero la felicidad sí que es un concepto gradual que muta conforme los motivos de felicidad más básicos se van asentando y pasan a darse por supuestos, quedando ocultos tras una búsqueda de una felicidad más superflua. Por ello, a pesar de la heterogeneidad de las felicidades más desarrolladas, sí que podemos asumir que hay unas necesidades básicas sin las cuales es muy difícil ser feliz (exceptuando a ascetas y similares), aunque su práctica ubicuidad en nuestras sociedades (o más bien: su ubicuidad hasta que llegó esta terrible crisis) nos suele hacer que no veamos que son un componente esencial para que podamos ser felices. Nos estamos refiriendo a necesidades tan fundamentales como tener una vivienda digna, tener acceso a una correcta alimentación, tener un trabajo que nos permita desarrollarnos y ganar un salario, tener acceso a una sanidad que asegure unos estándares de calidad de vida mínimos, tener acceso a una educación que dé tranquilidad para el futuro de los hijos, y algunos básicos más.

La medición de imponderables

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Aquí ya entramos en un terreno farragoso, puesto que chocamos de lleno con el tema de que en economía hay ciertos imponderables, y lamentablemente también una voluntad de cierta ocultación. ¿A qué me refiero exactamente con los imponderables y la ocultación? Pues a ratios e indicadores que, teniendo a veces una repercusión extraordinaria sobre la economía y la sociedad, o bien no se pueden medir, o bien no se quieren medir porque no interesa. Les pondré un ejemplo de cada uno en los siguientes párrafos para que entiendan a qué me estoy refiriendo.

Es muy complejo elaborar indicadores objetivos sobre las variables subjetivas que afectan a la calidad de vida, al bienestar y a la felicidad

El primer ejemplo es sobre los imponderables de la sanidad y la educación. Aquí nos encontramos con una serie de variables que sí admiten su medición, como el acceso a una sanidad gratuita, o una educación que asegure unos estándares mínimos. Pero bajo una apariencia más medible se ocultan realidades igualmente imponderables. ¿Cómo medir verdaderamente la calidad asistencial de la sanidad pública? ¿Y una buena educación? En este tema hay ciertas notas de subjetividad y de ocultación que dificultan la medición de parámetros objetivos, realistas, y comparables con otras economías.

El habitualmente medido “acceso a la sanidad” es tan sólo una parte de la calidad de la sanidad, porque también hay que medir la calidad asistencial. De nada sirve tener 10 millones de médicos, si para curar a sus pacientes utilizan las inservibles sangrías que tan de moda estuvieron hasta bien entrado el siglo XIX. ¿Cómo se puede saber a ciencia cierta cuando un cirujano ha cometido un error o ha hecho un diagnóstico correcto? Un indicador de este estilo sería sólo una punta del iceberg, puesto que estos casos a menudo no salen de la mente del mismo médico, y aunque eso ocurra tampoco suelen salir del servicio del hospital correspondiente. Siempre va a haber parámetros que nos den una orientación de si las cosas van bien o mal, como por ejemplo el que personalmente yo les propondría sería medir la brecha de esperanza de vida entre pobres y ricos, lo cual arroja datos como los que pueden leer en esta noticia de The Guardian, pero otro tema es tener un indicador oficial fidedigno y comparable a nivel internacional. Es en esta dirección en la que se debe empezar a trabajar.

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¿Y qué me dicen de una buena educación que decíamos antes? De nuevo con este otro caso nos encontramos con indicadores que se pueden medir. Es obvio que una estandarización internacional de pruebas de matemáticas, lenguaje, etc. es posible, y se puede medir en base a ellas el nivel educativo de cada país. Pero, ¿Qué me dicen ustedes de otro tipo de enseñanzas subjetivas como la ética, la responsabilidad social, o el comportamiento adecuado en sociedad? Estarán ustedes de acuerdo en que una parte de nuestra felicidad viene de saberse en un sistema medianamente justo y poco corrupto, de que en las noches de verano no haya juerga y decibelios en la calle, de que a los ancianos y a las embrazadas se les ceda el asiento en el autobús, o de tener una vida tranquila y segura en el día a día de nuestros barrios por cosas que no llegan a ser un delito denunciable.

¿Cómo se mide de forma fidedigna todo esto? Forma parte de nuestra felicidad y nuestro bienestar, pero lo difícil es traducirlo en cifras que sirvan para algo. Por no hablar ya de la subjetividad de algunos con respecto a temas como la educación, habiendo incluso sectores que ni siquiera distinguen entre una buena educación objetiva, y la politización de la educación.

La ocultación

El segundo ejemplo es de ocultación en microeconomía. Hace unos años, en la empresa de un conocido, empezaron a despedir a parte del personal. Sorprendentemente, después de haberles pagado religiosamente la correspondiente indemnización, a la mayoría de ellos les llamaban en unos días para contratarles a través de una consultora y que siguiesen realizando el mismo trabajo, que seguía siendo necesario desempeñar. El salario era el mismo, más el coste que para la empresa suponía el tener que pagar el margen de la consultora a través de la que se producía la nueva contratación. Aquí, ¿Dónde está el truco?

Es sencillo. La política principal de la compañía se basaba en aumentar la productividad. Todos los bonus de los directivos estaban, en mayor o menor medida, vinculados a mejorarla. Y dividiendo la facturación (que se mantuvo estable) entre el número de cabezas (que había disminuido pues los re-contratados a través de una consultora pasaban a no constar ya como parte de la plantilla) la productividad tal y como se concebía finales de los años 90 mejoraba, y todos los ejecutivos cobraban sus cuantiosos bonus. Los indicadores que por entonces habrían permitido detectar esta situación a tiempo no eran exactamente imponderables, se podían medir, eran costes contabilizados al fin y al cabo, pero se ocultaban deliberadamente.

La ocultación es un problema del sistema puesto que dificulta que se pueda dirigir correctamente

Éste es un claro ejemplo de ocultación en la medición de la productividad que nos puede servir de referencia a la hora de evaluar hasta qué punto las cifras macroeconómicas como el PIB pueden estar falseadas por el factor de la ocultación. Y no olviden que las cifras macroeconómicas son la agregación de las cifras microeconómicas, por lo que el ejemplo anterior es más relevante de lo que podría parecer, dado lo generalizado de ciertas prácticas. Así que, si esto ocurre con indicadores a priori objetivamente medibles como el PIB o la productividad, ¿Qué no ocurriría con indicadores más subjetivos como la calidad de vida, el bienestar y la felicidad?

No obstante, hay que decir que desde ciertos sectores se es consciente de esta preocupación. No hace falta recordarles que, hace ya algunos años, el entonces presidente francés Sarkozy trató de solucionar el problema que les expongo, y promover internacionalmente la parametrización y utilizacion de la felicidad como indicador de progreso socioeconómico (pueden leerlo en esta noticia). Para tratar de asegurar el éxito de su propuesta, involucró incluso a varios premios Nobel de economía en la constituida como Stiglitz Comission. Uno de los argumentos más conocidos esgrimidos por esta comisión para justificar su trabajo era que, por ejemplo, los atascos de tráfico aumentan el PIB, puesto que implican un mayor consumo de gasolina, pero sin embargo empeoran la calidad de vida de los ciudadanos. Aunque esta iniciativa francesa generó un excelente informe elaborado por la propia Stiglitz Comission que pueden leer aquí, la inicitiva no prosperó como era de esperar, en parte debido a dificultades similares a algunas de las expuestas en los párrafos anteriores.

Algunos defenderán el PIB simplemente porque es un parámetro más objetivo y medible, y con ello su fiabilidad es muy superior al de otras alternativas, pero cada vez son más los que piensan que efectivamente los datos del PIB no es ya que estén “cocinados”, sino que hoy en día son un alimento tan procesado que ha pasado a ser perjudicial para la salud de nuestras economías. Pueden leer sobre la opinión de cada vez más economistas que afirman que por ejemplo la cifra de PIB español está totalmente desvirtuada como en esta entrada. Y, dado el carácter actual de indicador Rey del PIB, hay importantes implicaciones que un hecho así tendría sobre ratios tan fundamentales como por ejemplo los ratios de endeudamiento sobre PIB.

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Una vez expuesto todo lo anterior, me gustaría despedirme hoy recordándoles que el objetivo de este artículo es simplemente replantearse si la búsqueda de un eterno crecimiento del PIB es una política económica adecuada. Esto no entra en conflicto con el hecho de que desde aquí siempre predicamos que toda sociedad ha de ser viable económica y socioeconómicamente: las cuentas tienen que salir para que el sistema sea sostenible. Buscar la felicidad por la felicidad puede hacernos felices de alguna manera, pero no nos dará de comer, y la felicidad con rugido de estómago no es igual de plena para la mayoría de las personas. Quédense simplemente con la reflexión de que nuestras vidas se encuentran regidas actualmente por cifras macroeconómicas como el PIB, que no se traducen necesariamente en lo que buscamos: calidad de vida, bienestar y felicidad. Y lo que es peor, no hay ni consenso, ni voluntad real, y a veces ni siquiera posibilidad técnica, de que algún día el modelo cambie de orientación. Pero ahí seguimos, mirando con lupa las cifras anuales de crecimiento del PIB para guiar nuestros esfuerzos colectivos. Conclusión, como decían nuestros abuelos: corremos como pollos descabezados.

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Comentarios cerrados
    • interesante

      Por no hablar de que el PIB no mide la deuda que financia el consumo público y privado que lo hacen aumentar, porque considera ingenuamente que es capital acumulado que no se va a volatilizar. Es un indicador totalmente obsoleto en la economía financiarizada actual.

      Ni tampoco refleja la deuda externa, que incluso puede ser considerada inversión. Todos hemos visto donde nos ha llevado el asombroso crecimiento del PIB de la decada pasada.

      Otra desventaja de usar solo el PIB como la única medida de éxito económico es que sus cálculos han podido "desnaturalizarse" gracias a las inidicaciones de los gobernantes interesados en que siempre crezca.

    • «Demasiado y por mucho tiempo, parecía que habíamos cambiado la excelencia personal y los valores de la comunidad por la mera acumulación de cosas materiales […] Nuestro Producto Nacional Bruto cuenta la contaminación del aire, la publicidad de los cigarrillos, y las ambulancias que borran la carnicería de nuestras carreteras. Cuenta la destrucción de los secuoya y la pérdida de nuestras maravillas naturales en esta expansión caótica. Cuenta el napalm y las ojivas nucleares. Cuenta los coches blindados de la policía para luchar contra los disturbios en nuestras ciudades. Cuenta el rifle de Whitman y el cuchillo de Speck, y los programas de televisión que glorifican la violencia con el fin de vender juguetes a nuestros hijos.

      A pesar de ello, el Producto Nacional Bruto no permite medir la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o la alegría de su juego. No incluye la belleza de nuestra poesía o la fortaleza de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público o la integridad de nuestros funcionarios públicos. Tampoco mide ni nuestra inteligencia ni nuestro valor, nuestra sabiduría o nuestro aprendizaje […] en definitiva mide todo, salvo lo que hace que la vida valga la pena».

      18 de marzo de 1968, Robert Fitzgerald Kennedy, discurso en la Universidad de Kansas (http://www.jfklibrary.org/Research/Research-Aids/Ready-Reference/RFK-Speeches/Remarks-of-Robert-F-Kennedy-at-the-University-of-Kansas-March-18-1968.aspx)

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    • Avatar de epic Respondiendo a epic

      Gracias por la excelente cita. Me había tropezado con ella documentándome en algún aspecto para escribir el artículo, y estuve tentado de incluirla al menos parcialmente en el mismo, pero ahí están ustedes con sus contribuciones para complementar el post.

    • Un gran defecto del PIB es que no tiene en cuenta la desigualdad. Para el PIB per cápita, si Pau Gasol (2,13 m) y Peter Dinklage (1,35 m) entran en un bar, han entrado dos hombres normales de 1,74 m.

      Solucionarlo es simple: utilizar estadísticas de ingreso per cápita distintas de la media. Por ejemplo, el ingreso mediano (el que no supera el 50 % de la población). En mi ejemplo, la estatura mediana sería 1,35 m. Según esta medida, muchos países que tienen un PIB estimable, como Chile (16000 $) son en realidad muy pobres (salario mediano 5000 $). No es que tenga nada contra Chile, que me parece un gran país, es solo un ejemplo entre muchos. Pero no puedes presumir de ser un país en desarrollo cuando la mayoría de la población tiene un nivel de vida africano.

      También sería interesante emplear la media del quintil más bajo (los pobres), sobre todo si creemos que el bienestar de una sociedad ha de medirse por la situación de los más desfavorecidos (como diría Rawls). Todas estas estadísticas existen, pero se divulgan muchísimo menos y se les da muchísima menos importancia que al PIB. No sé por qué. Bueno, sí lo sé.

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    • Avatar de epic Respondiendo a epic

      Si, la media y la mediana son ambas necesarias y complementarias, y deberían publicarse siempre de forma paralela. Tengo la mediana muy presente, la verdad. Una media supone información parcial estadísticamente hablando.

    • Avatar de epic Respondiendo a epic

      Eso de que el quintil con los ingresos mas bajos son los pobres no es para nada cierto-.

      Mismamente si a juan carlos monedero le hubiera sonado la flauta y hubiera colado a hacienda que sus trabajos y sus corruptelas en venezuela, son ganancias empresariales podía haber conseguido unos ingresos de 0 y volverse mucho mucho mas rico, que el hecho de tener que declarar unos ingresos de 400.000 o 500.000 euros que le sitúen como uno de los tipos que mas ingresos tiene de españa (el primero se deduce todos los gastos, se queda con una empresa con 400.000 euros en puro cash y demás y el segundo es esquilmado por hacienda y por lo tanto ve como la mitad de su pasta se le volatiliza completamente).

      Osea que eso de que los que menos ingresos tienen son algo así como pobres y los que mas ingresos tienen como ricos es una absolulta estupidez y completamente falso (obviamente si una misma persona puede ser mucho mas rica con muchísimos menos ingresos que con muchísimos mas, las posibilidades de circunstancias que se pueden dar cuando tienes a cientos o miles de millones de ellas son completamente infinitas)

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    • Avatar de r2d3 Respondiendo a r2d3
      interesante

      Es cierto, es una gran estupidez. En realidad los pobres son los que mas ingresos tienen y los ricos son los que ganan menos.

      Gracias. Me has abierto los ojos. A partir de ahora voy a intentar ganar lo menos posible y asi convertirme en inmensamente rico. Pronto voy a aparecer en ls lista Forbes-

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    • Avatar de noproblema Respondiendo a noproblema

      Mismamente podías estar en forbes ser el dueño del 30% de facebook (hiciste una inversión cuando la empresa era microscópica por ejemplo) y obviamente seguirías teniendo unos ingresos fiscales desde el punto de vista de españa igual a 0 .

      Luego podrías sacarte la residencia fiscal en andorra o cualquier país que carezca de impuestos de transmisiones patrimoniales en el extranjero vender el 10% de facebook por mas 10.000 millones de euros volver a sacarte la residencia fiscal en españa y tener 10.000 millones de euros en cuentas corrientes repartidas por todo el planeta, el 20% de facebook y seguir teniendo unos ingresos fiscales desde el punto de vista español igual a 0.

      Por supuesto si luego tienes contratado una legión de personal de servicio doméstico con sueldos submileuristas ya están teniendo muchísisisisismos mas ingresos que tú y por lo tanto todas las políticas encaminadas a mejorar la igualdad de la injusta distribución de los ingresos irían del lado de que ellos te pagaran a ti toda clase de historias (sanidad, becas escolares para tus hijos, pensiones no contributivas etc etc etc) y no tú a ellos (eres pobre como una rata al carecer de ninguna clase de ingresos, no?...) haciéndoles para esos "ricos" completamente imposible acumular patrimonio y por lo tanto pasar a ser "pobres" fiscalmente cuando les diera la gana, como si que puede hacer cualquiera que realmente tenga un mínimo de pasta.

      Luego ya con que le echases un poco mas de morro y salieras en la tele y en todos los medios diciendo que los "ricos" no pagan los suficientes impuestos, que la desigualdad, que tal y que cual y que hay que votar al partido que mas suba el irpf a los que tienen las rentas mas altas al estilo de warren buffet (como tú fiscalmente no tienes rentas de ninguna clase te la suda completamente), el panorama iría mejorando muchísimo pero muchísimo mas de lo que ya lo ha ido haciendo.

      Pero vamos como parece que prácticamente nadie se entera muy bien de que va la película ni tiene el mas mínimo interés en enterarse, pues supongo que realmente lo que termine ocurriendo se lo habrán ganado a pulso.

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    • Avatar de r2d3 Respondiendo a r2d3

      O sea, que los casi 8 millones de personas que están en el quintil de ingresos bajos en realidad son ricos haciendo ingeniería financiera... fascinante.

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    • Avatar de epic Respondiendo a epic

      Creo que ya había explicado en mi primer post.

      Esos 8 millones de personas pueden ser 8 millones de circunstancias diferentes y esas 8 millones de circunstancias diferentes pueden ir desde ser el número 1 de la lista de forbes, al tipo mas pobre y miserable del planeta.

      A eso añadele que el mismo tipo haciendo exactamente lo mismo pueda estar tanto en en el extremo de los ingresos mas bajos como en el mas opuesto simplemente por unas muuuuy diminutas sutilezas legales.

      Si el pib es un indicador bastante malo, los datos de los ingresos es que directamente no indican absolutamente nada de nada de nada (ni pobreza, ni riqueza, ni malestar, ni bienestar etc etc etc).

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