Hace pocos días era Pfizer, la mayor empresa farmacéutica del mundo, la que anunciaba la reducción del 10% de su plantilla, diez mil empleos menos, debido según ellos al daño generado por los medicamentos genéricos y la pérdida de patentes. Pérdidas más que cuestionables, ya que la compañía duplicó sus resultados durante 2006. No se qué explicaciones van a darles a los despedidos.
Y por lo visto la iniciativa marca tendencia: Hace poco ha sido AstraZeneca la que ha anunciado una ganacia bruta del 28% en 2006 acompañada de la destrucción de 3.000 empleos durante los próximos tres años, casi el 5% de su plantilla. AstraZeneca se acoge a la misma explicación de Pfizer: La competencia de los medicamentos genéricos amenaza las ventas de su producto estrella, el anti-hipertensivo Tropol-XL.
En mi opinión, este tipo de medidas solo contribuyen a crear un mayor estado de opinión adverso a la industria farmacéutica. Si hasta ahora las principales críticas se dirigían a la cuestionable moralidad de ostentar la patente, exclusiva y control de medicamentos considerados de alta necesidad, sobre todo en el tercer mundo, su política de recursos humanos no viene a suavizar su imágen precisamente.
Pero por otra parte, si no se garantiza a las empresas farmacéuticas una abundante fuente de ingresos, dificilmente podrán abordar las costosísimas invetigaciones de nuevos fármacos. Como siempre, en el justo término medio estará la virtud.
Vía | Hechos de hoy, PM Farma