Una de las cosas que pensé cuando se inauguraron las autopistas de peaje radiales de Madrid se confirma: son un fracaso. En su día me pareció que era un poco inútil coger una autopista paralela a la autovía gratuita cuando no te sacaban realmente de los atascos que hay en las salidas de la capital. Si estas hubieran tenido 100 ó 200 kilómetros tendría cierto sentido, pero no es así.
Además las empresas que tienen la concesión accedieron a hacer la M-50, que estaría libre de peajes. El fracaso económico se completa ahora que los tribunales han multiplicado por 10 el precio de las expropiaciones.
Ahora, Accesos a Madrid, propietaria de la R-3 y la R-5, con unas pérdidas en 2005 de 10 millones de euros, reclama a Fomento 300 millones de euros por los mayores costes de la construcción, los efectos de modificaciones que encargó Fomento y otras cuestiones que han afectado al equilibrio financiero de la concesión.
Ahora mismo se barajan distintas soluciones para sacar a dichas empresas de la crisis. Una es la prórroga de la concesión, cosa que por un lado puede ser ilegal según la legislación europea y que además no creo que solucione nada: si en 50 años no eres capaz de rentabilizar una inversión se puede hablar de fracaso total. Otra opción que se baraja es aumentar el coste del peaje, lo que posiblemente haría disminuir el poco tráfico que tienen. Y por último las constructoras han propuesto a Fomento que se bajen los precios con una subvención estatal que iría disminuyendo con el tiempo.
Pero poco se habla de la verdadera solución, y es que lleguen más lejos. La que más tráfico tiene es la R-4, que llega más lejos, hasta Ocaña. Cuando un conductor se planteé ahorrarse 100 kilómetros de atasco por unos euros seguramente los pagará. Si en cambio estamos hablando de unos pocos kilómetros, que acaban en otro atasco y que por tanto atascan la propia radial de peaje, pues no se usa.
Vía | El País