La hiperinflación legislativa es una inversión del Estado

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Diego Sánchez de la Cruz acaba de publicar un artículo acerca del coste de la hiperinflación legislativa en EEUU y en España. Se refiere al coste para nuestro crecimiento, al coste para nuestro PIB. Yo, que estoy en un plan totalmente escéptico, diría que de coste nada, que aa hiperinflación legislativa es una inversión del Estado.

Hace un tiempo, y a raíz de mi análisis sobre el lamentable nivel del decreto andaluz de expropiaciones de viviendas, hablaba con Alejandro acerca de la lamentable involución cualitativa de la producción legislativa española. Alejandro, que es un buen tío, se preguntaba si era un tema de menor formación, si no se dejaban asesorar por los servicios jurídicos del Estado, si nuestros padres de la patria lo hacían sin ayuda...no recuerdo ya si llegue a confiarle mi sensación al respecto. Y es que no se trata de ningún error, la hiperinflación legislativa, combinada con un escaso nivel técnico y una falta de adecuación a la realidad socieconómica, no es un error, es algo buscado y deseado. Y algo bastante, bastante viejo.

Os remito a la lectura de este fragmento, donde el burócrata por excelencia de La rebelión de Atlás pone los puntos sobre las íes:

—¿Cree usted que queremos ver cumplidas dichas leyes? —preguntó—. Lo que deseamos es que se quebranten. Hará bien en darse cuenta de que no está tratando con un grupito de boy scouts; sólo así comprenderá que ésta no es una época para gestos hermosos. Anhelamos el poder y vamos directos a él. Ustedes sólo son segundones. Nosotros conocemos los verdaderos trucos y será mejor que obren de acuerdo con esto. No existe poder en gobernar a gentes inocentes. El único poder para cualquier Gobierno es el de lanzarse en tromba contra los criminales. Y cuando no existen suficientes criminales, hay que inventarlos. Se declaran delictivos tantos actos distintos, que es imposible vivir sin quebrantar alguna ley. ¿Quién desea una nación de ciudadanos defensores de la ley? ¿De qué sirve eso? Pero apruébense leyes que nadie puede observar, que es imposible hacer cumplir, que no pueden interpretarse de manera objetiva, e inmediatamente habréis creado una nación de transgresores y en seguida podréis operar sobre los culpables. Tal es el sistema, míster Rearden; tal es el juego, y en cuanto lo haya comprendido será usted mucho más fácil de tratar.

Es posible que para el crecimiento económico esa morralla normativa sea un coste, pero es una de las herramientas más eficaces que tiene el Poder para aplicar arbitrariamente toda su fuerza. Y eso es algo que ocurre tanto dentro de la estructura estatal como dentro de las grandes corporaciones y sus complejos códigos de conducta y regulaciones internas. Es imposible vivir sin quebrantarlas, y los que la promulgan no pretenden precisamente que se cumpla con ellas, lo que se busca es justo lo contrario, que las vulneres, para en el momento adecuado poder agarrarte justo de ahí.

Así que, por favor, no nos pongamos tiernos con el proyecto de ley de unificación de mercado, que mucho me temo que va a ser gatopardiano total. Simplemente se trata de una redistribución de la arbitrariedad.

En El Blog Salmón | ¿Sueñan los empresarios con estados intervencionistas?

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