La película "La gran apuesta", o cómo hacer quebrar a la banca con su propio veneno

La película "La gran apuesta", o cómo hacer quebrar a la banca con su propio veneno
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"La gran apuesta", versión cinematográfica del libro de Michael Lewis The Big Short, resultó ganadora del Oscar al Mejor Guión adaptado en la ceremonia de los premios realizada este domingo. Esta película sigue la historia de cuatro personajes que previeron la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos a mediados de la década pasada y es uno de los relatos más contundentes sobre la crisis financiera mundial. Adam McKay, director y coguionista junto a Charles Randolph, hicieron un trabajo notable para transmitir conceptos financieros que son complejos y difíciles de comprender para la audiencia masiva. La película, al igual que la novela de investigación de Lewis, se centra en estos cuatro personajes que, por separado, ven la pudrición del sistema financiero y tratan de ganar dinero apostando por su caída.

Este libro-investigación describe a varios de los actores claves en la creación de las permutas de incumplimiento crediticio (Credit Default Swaps) y fue un éxito de ventas cuando fue publicado en 2010. El guión es bastante fiel al libro en su agudeza e ingenio, y se centra en los mismos personajes a pesar de que han sido renombrados. Michael Burry (Christian Bale) era realmente un inversor bursátil en Scion Capital, se sacaba los zapatos y escuchaba thrash metal en su oficina. Mark Baum (Steve Carell) representa al gestor de fondos de cobertura Steve Eisman. Jared Vennett (Ryan Gosling) personifica al ejecutivo y vendedor de bonos de Deutsche Bank, Greg Lippmann, mientras Ben Rickert (Brad Pitt) representa al operador de bonos Ben Hockett. En forma separada, estos cuatro personajes detectan en 2005 que hay un grave problema con los títulos hipotecarios y las obligaciones de deuda colateral (CDO). Los impagos van en aumento transformando en basura tóxica lo que ha sido validado con triple A (activo 100% seguro) por las agencias calificadoras. Nadie más se ha percatado de este hecho y para estos personajes la manipulación del sistema se hace evidente, dando cuenta que la desregulación financiera ha sido un fracaso. El sistema, que desde los años 80 vivió una desregulación total, se ha descarrilado por completo. El colapso resulta inminente pero tanto las agencias calificadoras como los bancos centrales aseguran que "todo está bien".

A fines de los años 70 y comienzos de los 80, para los corredores y agentes bursátiles "el mercado de bienes raíces es lo más sólido del mundo". Así lo asegura Lewis Rainieri, en 1980, en el origen de las obligaciones de deuda colateral (CDO). Rainieri -como se muestra en una charla al comienzo del filme - es quien impulsa la idea de empaquetar miles de hipotecas que se venderán como pan caliente e impulsarán el mercado financiero a las nubes. Con su idea seduce a los banqueros a sacudirse la modorra y ganar dinero, mucho, muchisimo dinero, transformando completamente el mercado... "¿Cual es la calificación crediticia de estas obligaciones de deuda colateral?, pregunta a Rainieri el CEO de Salomon Brothers. "Triple A", responde Rainieri... "Porque Nadie nunca deja de pagar su hipoteca". "Eso es lo que necesitamos", replica el banquero. Y comienzan las apuestas que impulsarán a la economía durante dos décadas. Dos décadas de trampas, engaños y manipulación.

Las mentiras de un sistema desquiciado

La película es precisa en la trayectoria histórica de los acontecimientos. Por un lado, estos cuatro personajes detectan las falencias de un sistema que se hizo totalmente fraudulento y, por otro, la voz de la corriente dominante, encabezada por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, afirmando que "la economía está sana y que no existe ninguna burbuja a la vista". Tras cada palabra de Greenspan los mercados bursátiles se disparan y la burbuja se sigue hinchando.

La gran apuesta se centra en las personalidades de estos actores directamente involucrados en el sistema financiero, que apuestan contra él cuando detectan que todo es un gran engaño. Los sorprendentes niveles de negación y encubrimiento entre los reguladores, las agencias de calificación y los banqueros, alentados por la codicia, que hasta el último minuto repiten las palabras de Greenspan de que "el mercado inmobiliario es sólido como una roca". Apuestan contra el sistema y reciben en muchos casos acusaciones de "estar apostando contra el país". La seguridad y convicción que tienen frente al desplome les brinda largas horas amargas cuando el mercado en vez de ceder se sigue encumbrando mientras ellos acumulan pérdida tras pérdida. Tienen que pasar más de dos años para que la intuición de estos cuatro personajes se haga realidad y el sistema financiero colapse.

Michael Burry es uno de los primeros en detectar el mecanismo de transmisión de la crisis en ciernes. Si los impagos hipotecarios siguen aumentando lo que podría ser una corrección en el mercado inmobiliario se convertirá en una crisis financiera global en toda la linea. Apostar en contra, como permiten hacerlo los CDS, es una vía segura para hacerlos caer en su propia trampa. Los bancos han apostado por la solvencia de esos valores y el más leve movimiento inverso arrastrará a la insolvencia a todo el sistema. De hecho, tan cierta resultó esta noción, que desde el estallido de la crisis en agosto de 2007 el mercado de crédito se congeló para siempre. La existencia de tasas negativas aplicadas por los bancos centrales desde 2014, es el timbre de defunción del sistema financiero.

Si bien para Michael Lewis estos cuatro personajes son los que "detectaron la burbuja inmobiliaria", hay que señalar que las alturas de 2005 la burbuja inmobiliaria era inminente y varios artículos en The Economist o New York Times, así como los formidables escritos de Steve Keen, entre muchos otros, daban cuenta de una burbuja a punto de estallar. Que Alan Greenspan y otros banqueros se hayan encargado de negarla durante tan largo tiempo, solo confirma lo lejano a la realidad de estos personajes que no fueron capaces de ver lo que ocurría ante sus propias narices.

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