Y de los productores del 'America first', llega ahora el 'Arabia first'

Y de los productores del 'America first', llega ahora el 'Arabia first'
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Trump enarboló su famoso “America first” de costa a costa de Estados Unidos, y lo hizo como solución defensiva ante aquel satanizado “The Orb” (El Orbe), que presentaba a la globalización como ese “enemigo único” tan socorrido en la arena política y social. Pero seguramente no todos contaban con que, también a nivel de psicología de masas, las formas de pensar se contagian traspasando fronteras y mares.

Así ha sido con ese ímpetu económicamente nacionalista, que de hecho se puede observar ya a lo largo y ancho del planeta. Y tiene mucho tirón político. Tanto, que está teniendo efectos insospechados (incluso para el propio Trump), y aliados tradicionales como Arabia optan ahora por un “Arabia first” que puede llegar a poner en serio peligro a todos los demás “first” de la carrera.

Una carrera socioeconómica en la que todos llevan el dorsal del “first”…

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El ya presidente Trump fue el primero en inaugurar (públicamente, que otra cosa es entre bastidores) la nueva era de anti-multilateralismo, y lo hizo al son de su frase, recurrente hasta la saciedad, de “America first” (América primero). Pero sus dos palabras con tintes tan nacionalistas, calaron hondo en los estadounidenses, que le dieron la presidencia y… también se extendieron como un reguero de pólvora a terceros países, que no dudaron en buscar entre sus propios líderes nacionales la sed de la política visceral que veían allende los mares.

Así pasamos ya del “America first” a oír también el “La France première”, “Deutschland zuerst”, “UK first”, “İlk Türkiye”, “Первая россия”, etcétera etcétera etcétera… no sé qué podrán decir nuestros contemporáneos que vivieron en primera persona los convulsos años de la primera mitad del siglo XX, pero he de confesarles que un servidor personalmente nunca ha visto una carrera con tantos corredores en primera posición. Y mucho me temo que, con estas políticas tan uni-nacionalistas, no sólo la mayoría que están convencidos de que van a ganar la carrera no lo harán, sino que muy posiblemente esta carrera la acabemos perdiendo todos.

El paralelismo con una carrera de atletismo es doblemente simbólico para lo que tratamos de explicarles, y es que, ni más ni menos, en una carrera en la que todos los participantes van primero, indudablemente todos los participantes también van el último. La competencia es, en su justa medida, extremadamente sana y necesaria en cualquier mercado que trate de ser fuente de innovación y de progreso socioeconómico real; lo es igualmente entre países a nivel global. Si nos cerramos a realidades constreñidas a un mero nivel nacional y se obvia un mundo global en el que se puede quedar en segundo o tercer lugar, vendiendo a la gente que siempre se es el primero, esa sana competencia queda relegada a un terrible plano adimensional.

Esa capacidad de competición a nivel global sirve de acicate para que ninguna socioeconomía se “duerma en los laureles”, o al menos para que la que se duerma se vea forzada a corregir cuanto antes. Eliminando la competencia global tenemos que todos en ese “pelotón de primeros” acabarán avanzando todos a un ritmo de progreso socioeconómico mucho menor. Y oigan, que seguirán todos siendo primeros, pero unos primeros que darán más pena que espanto.

De cara al progreso socioeconómico, no tiene nada que ver ser primero en una carrera de lebreles que en una de tortugas. Y los que acaban perdiendo más (y con creces) ya saben que siempre son los sufridos ciudadanos de a pie, que son los que soportan luego la peor cara del desempleo y del deterioro económico, y que inevitablemente siempre sobrevienen cuando socioeconómicamente no se hacen las cosas mínimamente bien.

Ni abrir todas las fronteras aduaneras para todos, ni cerrarlas herméticamente a golpe de doloroso arancel

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Nuestros lectores más habituales saben perfectamente que, desde estas líneas, fuimos de los primeros en alertar de lo caótica y sin planificación alguna que estaba siendo la globalización, y también saben acerca de cómo hemos puesto sobre la mesa algunos censurables aspectos del comercio más internacional en el análisis “Trump ataca a China con una nueva arma, y tras ella puede haber un oscuro juego de intereses mundiales”. Y de aquellos polvos estos lodos. Pero igualmente hoy debemos alertarles de que una cosa es reventar los mercados e industrias nacionales a base de una deslocalización masiva y sin la menor sostenibilidad para las economías desarrolladas, y otra muy distinta es tratar de exterminar a golpe de arancel el beneficioso comercio internacional.

El comercio internacional es tremendamente necesario para el progreso mundial en su conjunto, pero también para el progreso nacional a nivel individual de la práctica totalidad de los países del planeta. Ni tanto ni tan poco, y ambos extremos, aduanas cerradas a cal y canto y aduanas con barreras abiertas para toda mercancía, son dramáticamente perjudiciales para cualquier economía, especialmente para las más desarrolladas dado el contexto actual de distribución irregular de la riqueza y el bienestar (y habrá que equilibrar el asunto, pero con sostenibilidad. Recuerden que desde hace años les venimos diciendo que es mucho más peligroso un país rico venido a menos, que uno en vías de desarrollo que ralentiza su crecimiento: al populismo me remito.

Y ahora llega ese “Arabia first” que han adoptado para sí y que… supone una clara advertencia a navegantes

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El caso es que, estemos de acuerdo al 100% o no, lo cierto es que el nacionalismo económico está aquí, y se ha contagiado de frontera en frontera llevando a muchos ciudadanos a tener menos (o ninguna) conciencia de ciudadano global, y más conciencia de tener un pasaporte con los colores de una bandera nacional.

Pero hay países en el mundo cuyo peso estratégico en la economía global hace que se conviertan en esenciales para la estabilidad del resto de los países del planeta, y en especial de los más desarrollados. Como ya analizamos en el artículo “Si Arabia es atacada económicamente, no dudará en usar su arma más letal, uno de estos países es Arabia Saudita. Y no duden de que, habiéndolo requerido la situación, ha hecho valer su poder frente a cualquiera que haya osado ponérsele en frente de forma abierta, o esté valorando hacerlo.

Les resumiremos aquí cómo ya concluimos que este país es clave para Occidente, puesto que Arabia depende financieramente de los flujos de divisas con los que le pagamos por su oro negro, pero Occidente es dependiente energéticamente del crudo saudí. La dependencia financiera admite multitud de variables con las que poder capear con flexibilidad un potencial conflicto comercial, pero lamentablemente la dependencia energética es muy inflexible, y apenas admite a corto y medio plazo poder siquiera jugar con sus muy escasas variables, ni con el poco margen de maniobra que dejan.

Como conclusión, ya les dijimos en su momento que Occidente está literalmente atado de pies y manos ante el censurable y salvaje asesinato del periodista Khashoggi, ejecutado a manos de un siniestro equipo llegado desde Arabia de exprofeso para la macabra ocasión. Y que conste que desde estas líneas nunca analizamos qué posición debía adoptar Occidente ante los desmanes saudíes: simplemente nos limitamos a exponer la situación, y a analizar qué podría ocurrir si se iniciase una nueva guerra comercial contra el país árabe.

Obviamente, Trump era el mejor conocedor de los riesgos que nosotros les sacamos a la palestra, y Trump no pudo con la presión de este particular pozo petrolífero lleno de lodo negro, así que optó por hacer la vista gorda ante la crueldad de la estratégica Arabia. No obstante, en un EEUU que todavía puede alardear en buena medida de seguir teniendo buena parte de prensa libre (por ahora), y de tener también una población y una élite política que todavía habla del respeto a los derechos humanos (dependiendo del caso, claro está, pero al menos lo tienen en el discurso), la polémica ha sido tremenda.

El riesgo de conflicto comercial sigue ahí, así que Arabia podría haber pensado que es mejor ir enseñando los dientes

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Desde que ocrriera, no ha habido día en que no se haya hablado en la prensa estadounidense del oscuro asunto del sangriento asesinato del periodista saudí, y de qué y qué no debía hacer Trump al respecto. Aunque Trump ya dejó muy clara la posición de aceptación de-facto por parte de la Casa Blanca ante este macabro asunto (lean este comunicado), no se puede descartar que en algún momento Trump no pueda resistir más la presión interna. Así Trump podría acabar por ceder e imponer algún tipo de sanción a Arabia, que aún en el supuesto de que fuese simbólica, podría tocar el orgullo de un país (o más bien de su dirigente) que se sabe muy fuerte en el esencial tablero energético.

Pero Arabia es también perfectamente conocedora de ese riesgo, por lo que podría haber decidido ir haciendo en los mercados internacionales una significativa exhibición de poder, en forma de toque de atención al que ose plantearse vulnerar sus intereses. Aquella Arabia aliada incondicional de EEUU lleva meses, años y décadas catalizando (o incluso interviniendo) el mercado de crudo para no dañar los intereses de su aliado, pero ahora ha decidido mostrar otra cara mucho más desafiante para aquellos que la miran con recelo tras el escándalo Khashoggi.

Como pueden leer en esta noticia de la CNBC, el asunto es especialmente significativo en el actual entorno del mercado mundial del petróleo. Arabia llevaba meses calmando las aguas de los mares de un oro negro que ha recuperado el oleaje a sus crestas, y el país árabe ha estado actuando en el mercado en sintonía con las necesidades de su tradicional aliado EEUU. De hecho, tras años de atonía e incluso despeñe, ante la espectacular recuperación de los precios de crudo vista en los meses más recientes, Arabia ha cumplido con el guion y, durante los seis últimos meses ha estado incrementando su producción hasta en un millón de barriles diarios para contener los precios. Y Trump aplaudía con entusiasmo estos movimientos.

Pero tras el asesinato del periodista saudí afincado en Estados Unidos, todo ha cambiado en la escena internacional más petrolífera. Arabia ya no ve a EEUU como un aliado a respaldar contra viento y marea, sino más bien como un país que le podría poner en entredicho, y que puede estar barajando emprender contra ella hostilidades comerciales y sanciones. Y tengan en cuenta que esto son palabras mayores cuando estamos hablando de que Arabia es el líder en producción de crudo dentro de la OPEP, pero lo es todavía más cuando además más que duplica al siguiente productor por volumen de crudo extraído. Además, está el hecho de que Arabia necesitaría incrementar el precio del barril unos 25$ adicionales para equilibrar sus finanzas nacionales, según el Fondo Monetario Internacional.

Si EEUU no coge la indirecta, puede verse forzado a aceptar una sumisión pública de forma más evidente

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Arabia ha pasado de poner su siempre flexible capacidad de producción petrolífera a servicio de los intereses de EEUU, a mirar por sus propios intereses. Así da por bueno ese “Arabia first” del que les hablábamos antes: en los dos últimos meses, Arabia ha pasado a retirar repentinamente del mercado casi el millón de barriles diario que les decía que había venido inyectando en los meses precedentes, y que estaba motivado principalmente por las preocupaciones de EEUU sobre nuevas sanciones a Irán y su impacto en los mercados de crudo.

Pero es que, además, Arabia no se ha conformado con exhibir su condición de líder petrolífero mundial, sino que también ha hecho todo un alarde de su gran capacidad de influencia, haciendo de lobby petrolífero. El país árabe ha dado otro sutil “toque” a EEUU al convencer a otros tantos países de la OPEP de que también acometan recortes de producción, mostrando al mundo sus afilados dientes, a la vez que demostrando que a partir de ahora ellos también van a mirar casi exclusivamente por sus propios intereses.

De nuevo, desde estas líneas no vamos a entrar en un tema tan político, tan subjetivo y tan matizable como la posición que Occidente (y más concretamente EEUU) debería adoptar ante la deriva represiva de su tradicional aliado saudí. Posiblemente sería una posición coherente con la que adoptamos con los países que denominamos “dictapitalistas”, y con su poco respeto por las libertades y los derechos humanos, pero la temática se aleja del objeto del análisis de hoy.

Pero lo que debemos concluir aquí es que el mundo entra en una nueva era de uni-lateralismo exacerbado, y que el nuevo escenario que se abre ante nosotros va a ser tremendamente complejo de gestionar a nivel internacional, incluso para las otrora poderosas democracias de Occidente. Se ha prendido la mecha que dinamita los puentes que unían naciones y continentes, y a partir de ahora más que nunca cada uno va a librar la guerra por su cuenta.

Un mundo cada vez más orwelliano: de grandes "hermandades" va el asunto

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Del cómputo global (e individual) de esta nueva deriva nacionalista internacional (valga el oxímoron) mejor ya ni hablamos, pero tengan en cuenta que deja pocas opciones para preservar los intereses nacionales de las diferentes superpotencias que se mueven en el tablero mundial de ajedrez. Efectivamente, si el unilateralismo exacerbado se impone (muchas veces no llega a ser ni siquiera bilateralismo), la forma obvia de que las superpotencias salvaguarden sus intereses y su prosperidad es extender sus tentáculos por todo el mundo, y tratar de secuestrar para sus intereses cuanta más área de influencia mejor. Esto lo harán poniendo el punto de mira especialmente en los países productores de materias primas (como Arabia, por cierto).

Vemos pues una vez más cómo aquel escenario socioeconómico que ya dibujó visionariamente George Orwell hace décadas, cada día que pasa se hace más real. En medio de la propaganda de esta terrible guerra ciber-social que nos está destruyendo, no sólo los países que desinforman de manera industrializada y tienen controladas las mentes de sus ciudadanos son los únicos que están seguros, sino que además aquellos que logren llevar sus fronteras hasta donde sus intereses lo hagan necesario serán los únicos que podrán asegurar la continuidad de sus procesos productivos.

Lo uno llevará a lo otro, y lo otro llevará a lo uno, en un letal tándem para los regímenes de libertades y la política internacional tal y como los conocemos a día de hoy (aunque para algunos ya nos empieza a ser una auténtica desconocida). Y lo más preocupante es que el temible pegamento que podría hacer posible ambas cosas a la vez podría ser el surgimiento de un poder incuestionable y mesiánico, del que se servirían para guiar a las sociedades a través de la siempre hostil (y en esta ocasión prácticamente interminable) travesía del desierto del uni-lateralismo. ¿Gran Hermano decía Orwell? Denle la bienvenida, otras potencias nos llevan ya varios años de ventaja.

No es que estemos poniendo hoy la alfombra roja a la llegada de esta hipervigilante figura a nuestra socioeconomía: una vez más no les calificamos el futuro, sino que simplemente nos limitamos a describírselo y a advertirles sobre el devenir de los acontecimientos. Lo que estamos diciendo es que los enemigos externos de Occidente nos están metiendo este futuro con embudo. El gran riesgo no es ya que acabemos teniendo aquí uno de esos orwellianos grandes hermanos (que también), sino que puede ocurrir que el que se imponga además esté controlado por una potencia extranjera, que poco mirará por nuestros intereses (y menos por nuestras libertades).

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Esto ya no es sólo una conquista social en la que los propios ciudadanos son instrumentalizados como arma, sino que además supone la reversión de la toma de la Bastilla (y con bandera foránea). Y algunos gritan de forma enfervorizada "a las barricadas", sólo que realmente se están equivocando del lado de la barricada desde el que pretenden defender los valores más fundamentales de nuestras socioeconomías. Cosas de la desinformación cuando es utilizada como arma teledirigida.

Por favor, sigan siendo personas y no se comporten como robots. El país que fracase en esta lucha clave por la supervivencia, acabará perdiendo la guerra definitivamente. No es la primera vez que les invitamos a mantener el espíritu crítico (también con nosotros) y a formar parte de la Resistencia Sináptica: el futuro de nuestras socioeconomías está en sus manos (y en sus mentes). Si no se esfuerzan por ello, luego no se quejen del orwelliano advenimiento.

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