El inicio de la crisis subprime, la crisis de iliquidez

El inicio de la crisis subprime, la crisis de iliquidez
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Durante los últimos veinte años, y especialmente, en el lustro comprendido entre los años 2002 y 2007, tras la crisis motivada como consecuencia del estallido de la burbuja de las empresas conocidas como “.com”, grandes y pequeños ahorradores veían en los mercados financieros una vía para obtener ganancias de carácter recurrente, ignorando el riesgo de iliquidez en un paradigma socio-económico en el que los activos multiplicaban su valor, y era inpensable que su precio bajase. En un entorno de evolución de precios positiva, facilidad de acceso a la financiación y con una tasa de paro cercana a lo que se denomina técnicamente como “pleno empleo”. Era imposible pensar que el cambio de ciclo estuviese cercano.

Todo fue bien hasta el verano del año 2007, hasta entonces, la inversión mediante productos financieros complejos, proporcionaba apetitosas ganancias, a los que inversores de distintas tipologías, que invertían con el aval de que dichos instrumentos (Fondos de Inversión, Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV), Hedge Funds, opciones, titulizaciones, etcétera) alcanzaron en los años previos incrementos de precios en algunos casos superiores al cien por cien. Todo esto auspiciado en un entorno económico de “excesiva confianza” llevaba a apalancarse, y a olvidarse de la importancia de la liquidez en las inversiones tan valorada en épocas pasadas. ¿Por qué valorar la liquidez?

La máquina del progreso, del crecimiento,  e incluso del desarrollo económico estaba muy engrasada, y la mano invisible de Adam Smith regulaba el mercado perfectamente, creyéndose que el mercado era tan sabio y funciona tan bien, que se ignoraban las recomendaciones de solvencia y prudencia promulgadas por los respectivos reguladores. ¿Por qué poner límites? ¿Por qué tanta burocracia? Eran cuestiones muy cuestionadas en esta época por los defensores más tenaces del libre mercado, bajo sus argumentos, estos criterios de “buen hacer económico” carecían de sentido por que todo el mundo se llenaba los bolsillos y era totalmente ineficiente emplear recursos y limitar las ganancias en un sistema en el que no existían los números rojos.

Este escenario, llevó inevitablemente a que los activos financieros alcanzasen unos precios cada vez menos en línea con los subyacentes (activos) a los que hacían referencia. Hasta ese entonces, cualquier transacción se cruzaba por que se admitía en el mercado esa evolución de los precios, pero un día se tornaron estas ideas, cuando los activos titulizados, con un precio cada vez más desmesurado empezaron a echar humo, cuando se descubrió que teniendo un precio elevadísimo, no valían nada. Y a partir de entonces, nada volvió a ser lo que era. Habiendo sociedades de inversión que dejaron de publicar el precio diario de los activos, para evitar reembolsos masivos y no dinamitar un negocio tan apalancado, desproporcionado e ignorante de las leyes económicas como la de las “Expectativas racionales”, pero que al final acabó herido de muerte.

En los últimos meses, se ha empezado a escuchar que estamos al final de la crisis, y que hay “brotes verdes” que confirman este final. Pero yo me pregunto ¿hemos aprendido realmente la lección, o seguimos creyendo que el éxito económico futuro se basará en los mismos argumentos?

Imagen | rawrl En el Blog Salmón |  ¿Demasiado grandes para caer? , Un año del caso Madoff Más información | El País

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