Las armas financieras de destrucción masiva

Las armas financieras de destrucción masiva
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Estaban ahí: a orillas del Hudson en New York, y en los jardines de la Casa Blanca, según nos lo cuenta el autor de La Tierra es plana, aunque a estas alturas está achatada y rapada. Cuando pase esta tormenta perfecta habrá que enfocarse hacia la dirección de la economía del futuro. Y ese será un momento quizá aún más peligroso.

Estamos en el epicentro de una falla sistémica. Todo el sistema está en crisis: el económico, el político, el social, el cultural, el sistema humano global. Todo el mundo desconfía de todo el mundo. Y en verdad no es para menos.

En 1987 Ronald Reagan sacó de la Fed a Paul Volcker y puso en su lugar a Alan Greenspan. Volcker había logrado el objetivo de todo banquero central: reducir la inflación. Y la llevó del 11% al 4%. Pero no fue suficiente. Reagan quería más. Porque Volcker se negaba a desregular los mercados financieros. Y Reagan quería a un firme creyente del libre mercado, a un devoto de esa filosofía objetivista y fanática y, como en los casting, el rol fue para Greenspan. Cumplía a la perfección con lo que Reagan buscaba.

De inmediato, Greenspan soltó las amarras. La Ley Glass-Steagall se fue desmoronando lentamente, sin saber que quitaban las vigas maestras de un sistema que, mal que mal, había logrado la estabilidad. Y se encendió entonces la burbuja. Ese enorme globo que terminó estallando en el rostro de todos, con estafas, robos y fraudes de variopinta índole.

Los problemas actuales no son sólo el resultado de préstamos incobrables. Mayor es la linea de mega-apuestas mutuas vía derivados financieros tipo credit-default-swaps (CDS). Con ellos, una parte paga a la otra si ocurren ciertos eventos como la quiebra de un banco.

Estas armas fueron diseñadas para gestionar el riesgo, con lápiz grafito y al margen de la teoría real. Pero se prestan también para jugar con grandes cantidades de dinero. Por tanto, si uno se siento seguro que el euro va a caer, hace la gran apuesta. Así fue como en 1992 George Soros apostó contra la libra esterlina y ganó, de una sola pasada, dos mil millones de dólares.

Pese a ver que aquí se encontraban las armas de destrucción masiva, como las llamó Warren Buffet, nadie dijo nada. Nadie hizo nada. Los banqueros centrales, el FMI (preocupado del cumplimiento de las metas de inflación) y los gurús de la economía, guardaron silencio. No previeron el caos que comenzaba a incubarse. Y también la SEC, temiendo que cualquier interferencia a estas innovaciones financieras iba a ser mal vista, guardó silencio.

El mismo desmantelamiento de la Ley Glass-Steagall que desde los años 30 había mantenido separados los intereses de los bancos comerciales (que prestan dinero) con los bancos de inversión (que organizan ventas de bonos y valores) ayudó a su mezcla y fusión de intereses esquivos. Esto significó un cambio cultural. Los bancos comerciales que administran los recursos de sus ahorrantes, deben ser conservadores. Pero con estas innovaciones, pasaron también a jugar con el riesgo.

Como si esto fuera poco, el 7 de junio de 2001, Bush anunció un masivo recorte de impuestos... especialmente para los de mayores ingresos. Estas reducciones tuvieron un impacto cero en la actividad económica (contrariamente a lo que dice la teoría) y sólo ayudó a alentar aún más la especulación. Con los hechos del 11-S se desató el descalabro. Y la Guerra de Irak lo empeoró todo. El precio del petróleo comenzó su aumento imparable complicando la situación de muchos países. Especialmente la de EEUU que devoraba el 25% de la producción de crudo. Ahora vienen los lamentos, cuando no hay cómo apagar el incendio.

En El Blog Samón | ¿Qué son los Credit Default Swaps?

Imagen | Hawai Kai Ohana

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